"Para Delacroix, reconocido maestro de la “escuela romántica”, la historia no es ejemplo ni guía del hacer humano, es un drama que comenzó con la humanidad y perdura en el presente. La historia contemporánea es lucha política por la libertad. “La libertad guía al pueblo” es el primer cuadro político en la historia de la pintura moderna: exalta la insurrección que, en julio de 1830, puso fin al terror blanco de la restaurada monarquía borbónica.
La política de Delacroix, y en general de los románticos, no es clara; combate el intento de restablecimiento de los privilegios feudales como si la revolución no hubiera ocurrido, pero comprende que nuevas formas revolucionarias están madurando en la sociedad y expresándose en la lucha de clases. Revolucionario en 1830, Delacroix se hace contrarrevolucionario en 1848, cuando la clase obrera se levanta contra la burguesía capitalista que la explota. Como todos los románticos, se declara antiburgués; de hecho, como ha sido justamente observado (Maltese), arremete sólo contra la pequeña burguesía por su cortedad de miras, su mediocre cultura, su mal gusto y su amor por la vida reposada; entretanto asiste a los salones y goza de los favores de las altas finanzas burguesas.
En el cuadro que exalta aquellos días de julio hay un entusiasmo sincero y un significado político ambiguo. Para Delacroix y, en general, para todos los románticos (no sólo los franceses) la libertad es la independencia nacional; así lo demuestra en otras obras, como por ejemplo “La matanza de Chíos” (1824) y “Grecia sobre las ruinas de Missolungi” (1827). En el amplio lienzo de 1830, la mujer que hace ondear la bandera tricolor sobre las barricadas es, a la vez, la Libertad y Francia. ¿Y quién combate por la libertad? Gente del pueblo e intelectuales burgueses; en nombre de la Libertad-Patria se sella la “unión sacrée” de los descamisados del pueblo con los señores del sombrero de copa.
No confundamos esa ambigüedad ideológica con algo distinto de lo que realmente es, un simple indicio; pero, siguiendo ese camino, se pasa de una ambigüedad a otra. No es un cuadro histórico, no representa un hecho ni una situación. No es un cuadro alegórico, de alegórico no tiene más que la figura de la Libertad Patria. Es un cuadro realista que culmina con un colofón retórico. Hasta la figura alegórica es una mezcla de realismo y retórica, una figura “ideal” que, para esa ocasión, se ha vestido con los andrajos de la gente del pueblo y que, en vez de la espada simbólica, empuña un fusil reglamentario”.
(Giulio Carlo Argan: “El arte moderno”, 1977)
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