"A finales del siglo XVI la estética renacentista, tan apegada a la razón y a la proporción, empezaba a dar signos de claro agotamiento. En consecuencia, comenzaban a difundirse nuevos planteamientos artísticos que buscaban sorprender e incluso emocionar al espectador, apelando a las emociones y a los sentimientos.
Diego Velázquez: "Retrato de su esclavo Juan de Pareja", Hacia 1650. |
Esa es la intencionalidad última del arte barroco que, habiendo surgido en Italia, se difundió con rapidez por toda Europa y Latinoamérica a lo largo del siglo XVII, extendiéndose incluso a las primeras décadas del XVIII. Pero, ¿cómo sorprender y emocionar al espectador? Para ello la estética barroca recurre a numerosos artificios. Así, en arquitectura es frecuente el empleo de la línea curva y la contraposición de elementos diversos; en escultura se busca el movimiento y, al mismo tiempo, el naturalismo; en pintura se tiende a la contraposición asimétrica y se acentúa el interés por la profundidad, la luz y el movimiento.
En cualquier caso, con mucha frecuencia, el arte barroco es una contraposición de elementos aparentemente contrarios: la recta con la curva, la luz con la sombra, la belleza con la fealdad, el dolor frente a la alegría. De igual manera, interesan al artista barroco las apariencias, los elementos fugaces, el desequilibrio como estado natural de las cosas, porque con todo ello el espectador se conmoverá más profundamente. A este mismo fin conduce también el sentido integrado de la obra de arte: de nuevo, y numerosas veces, arquitectura, escultura y pintura vuelven a cabalgar unidas, con la idea básica de crear un conjunto lo más amplio posible de elementos artísticos.
Fernando de Casas Novoa: "Fachada del Obradoiro" 1738-1750, Santiago de Compostela. |
Pero el Barroco se desarrolla en una Europa diversa y, al mismo tiempo, dividida desde el punto de vista religioso: el triunfo de la Reforma en gran parte del norte del continente ha hecho que con frecuencia se hable de un barroco católico y de otro protestante. Es cierto que entre ambos existen algunas diferencias notables pero, en todas partes, asaltaban al artista del XVII preocupaciones semejantes, aunque sus clientelas fuesen habitualmente diferentes. En la Europa católica, la Contrarreforma hizo de las instituciones religiosas un verdadero devorador de obras de arte, que permitiesen demostrar su importancia. En los países protestantes, el triunfo de la mentalidad capitalista y de la moral del éxito en los negocios convirtió a los burgueses en grandes clientes de los artistas. Pero en todas partes, y como siempre, los poderosos del mundo demandaron al arte que diese muestras de su capacidad de dominio sobre los demás.
José de Churriguera: "Retablo de San Esteban" 1695, Salamanca. |
(...) el arte barroco, un estilo que siempre pretendió que el espectador no se quedase jamás impasible ante lo que contemplaba. Un estilo que casi procuraba embriagar, para que fuesen los sentidos los que decidiesen al respecto. Para ello, y cuando hizo falta, recurrió al lujo, a la fantasía o al empleo de materiales sorprendentes. El arte del artificio, en definitiva. La razón había pasado a un lugar secundario. Quizás sea la ley del péndulo."
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